Aunque muchos no estén en el mejor estado y se deban reformar, el noroeste peninsular puede enorgullecerse de sus hermosos hórreos,  esas construcciones que se levantaron con el fin de proteger los alimentos de los animales (especialmente de ratas y ratones) y evitar la entrada de humedad. Esto se consigue gracias a las ranuras de sus paredes, que permiten una correcta ventilación, y las columnas sobre las que se sustentan, diseñadas de tal forma que impiden a los roedores escalar por ellas y llegar al interior del mismo.

Horréos: tipos y dónde encontrarlos

Galicia y Asturias son las regiones en las que más abundan, con 30.000 y 10.000 hórreos respectivamente. En el primer caso, encontramos generalmente pequeñas construcciones de planta rectangular y cubierta a dos aguas. Se suelen emplear materiales muy variados, como mampostería, madera de castaño, cubierta de teja cerámica, losa de pizarra o colmo de centeno.

En Asturias habitan, principalmente, dos tipos de hórreos. Los de planta cuadrada con cámara de madera y corredor. Y por otra parte, los denominados paneras: una evolución del anterior, cuya planta aumenta longitudinalmente de tamaño hasta hacerse más rectangular y el tejado cae a cuatro aguas. Dadas las dimensiones y el diseño de este tipo de hórreos, resultan los más indicados para reconvertirlos en una bonita y a la par segura casa de campo.

Pero incluso los más pequeños son fuente de inspiración para construir cobertizos, espacios para crear o relajarse, microcasas, cabañas de escritor, o todo aquello que los amantes de la simplificación y la vida sencilla puedan imaginar, tal y como sucede con los locales comerciales convertidos en vivienda.

Reglas que debes respetar al reformar hórreos

En la restauración de un hórreo conviene respetar el ambiente original, tanto en los materiales utilizados como en los muebles y la decoración, aunque sin renunciar al confort. No hay que olvidar que los hórreos están protegidos en España desde 1973, lo que impide modificarlos o darles otro uso más allá del granero. Aún así, hay quien aprovecha la restauración del mismo para añadir ciertos elementos que los hacen más confortables.

Lo principal y más urgente es asegurarse de que los cimientos son estables, por lo que habrá que pedir la supervisión de un arquitecto que refuerce o modifique los asentamientos para que puedan soportar el peso extra que conlleva una casa.

Muchos apuestan por añadir pilares y cerrar toda la parte inferior. Así, además de tener más estabilidad, ganarán espacio: una planta extra en la que se puede diseñar un pequeño salón y, en la plata superior, el dormitorio. No se podría añadir un cuarto de baño, pues utilizar un hórreo como vivienda es ilegal, aunque sí se le puede poner luz eléctrica.

Pero, como solo se puede tener un hórreo en una finca si se tiene una vivienda previa, lo ideal es usar ésta como principal y el hórreo como un anexo, un área de recreo en la que puedan dormir invitados, pasar el rato o relajarse.

En caso de cerrar la planta baja, hay que tener en cuenta otro problema, y es que el piso del hórreo debe estar aireado y separado del suelo mediante los pegollos, que son los soportes que hay sobre cada uno de los pilares que sustentan el hórreo. El cierre entre pegollos está expresamente prohibido, lo cual es normal, porque una de las características de los hórreos es que estén elevados.

Una casa de campo en miniatura

Lo esencial es crear un espacio confortable en el que se pueda estar a pesar del frío o la lluvia. Hay que revisar el tejado y reparar aquello que esté en mal estado. En el interior, se pueden revestir las paredes con madera para dar mayor calidez, aunque, por estética, se puede mantener alguna de ellas con su piedra original. La vista interior del techo será la clave que nos recuerde que estamos dentro de un hórreo, y no en cualquier habitación, por eso siempre se recomienda mantener su diseño y estructura.

Los muebles, por su parte, deben estar en consonancia con el entorno: madera robusta en diseños ligeros y acabados rústicos, que hablen por si solos de la vida de campo.

Los textiles, por su parte, mejor si son ligeros y de fibras naturales, como el lino o el algodón. Los colores blancos son los más apropiados: aportan sensación de luz en estos espacios que no se caracterizan precisamente por ser luminosos.

Para completar la decoración y darle vida a la casa de campo, se pueden añadir elementos que prolonguen en el interior la belleza de la naturaleza del exterior: canastos con flores silvestres, alfombras de fibras vegetales, objetos de barro, damajuanas de vidrio tintado… pero siempre con mesura, para no recargar el ambiente.

Si te seduce la idea de la vida en el campo, visita una de estas dos regiones y, quién sabe, quizá encuentres el hórreo que se ajuste a tus necesidades. Además, el Seguro de Viajes MAPFRE mejorará tu experiencia con coberturas muy completas, para que tu viaje cuente con todas las garantías de principio a fin.