El frío y el calor afectan a nuestros muebles más de lo que podamos imaginar. Los cambios bruscos de temperatura pueden llegar a producir grietas de considerable tamaño y de difícil reparación, por lo que debemos evitar someterlos a los altibajos de la calefacción propios de esta época del año. Además, el uso exagerado de ésta podría incrementar este mal, ya que los muebles aguantan mejor el frío que el calor.

La temperatura óptima para que la madera se mantenga en óptimas condiciones está entre los 20 y los 24ºC. Todo lo que sea ampliar ese margen supone un riesgo para la conservación de nuestros muebles que puede desembocar en abombamientos, deformaciones o, en el peor de los casos, las grietas que mencionábamos al principio.

Frío y calor: enemigos de los muebles

Tanto el calor como el frío llevan aparejados otra serie de efectos nada beneficiosos para los muebles de madera y los de hierro o metal. Los de acero inoxidable, en cambio, soportan estoicamente las temperaturas más extremas.

Un claro ejemplo del daño en la madera son los rayos del sol, directos e intensos, ya que acaban con la lignina, una sustancia natural presente en la pared celular de las maderas, a las que aporta dureza y resistencia, y sin la cual, el color del mueble se vería más claro, degradado, hasta perder su lustre natural, adquiriendo un tono apagado y grisáceo.

    Otra de las consecuencias de los cambios bruscos de temperatura es la humedad, un enemigo muy perjudicial para los muebles ya que los infesta de moho (o los oxida en el caso de los de hierro) y acorta su vida útil. El vapor que suele estar presente en baños y cocinas es uno de los más nocivos en este aspecto, por lo que el mobiliario de estas estancias debe estar protegido en exceso. Lo ideal es que los niveles de humedad estén en el 40 por ciento.

    Cómo afecta la temperatura a los muebles

    Los efectos causados por los cambios de temperatura pueden causar degradaciones en la madera que afectan únicamente a su aspecto visual, sin alterar sus propiedades. Sin embargo, los cambios bruscos en los que la humedad es un factor añadido, pueden originar la aparición de fendas de secado debidas a la contracción de la madera, lo que se traduce en grietas y fisuras. Además, la diferencia de temperatura entre dos caras de la misma madera hace que ésta se combe.

    Además, la excesiva humedad hace que esta materia prima sea de fácil digestión para organismos xilófagos (insectos y hongos), lo que acelera su aparición y, por consiguiente, el deterioro acelerado de la madera.

    Por su parte, los muebles de hierro o de metal sometidos a temperaturas muy altas pueden llegar a deformarse. Si son bajas, pueden fracturarse.

    Cómo proteger los muebles de los cambios bruscos de temperatura

    La mejor protección para conservar el buen estado de nuestros muebles es instalando aislantes en puertas, ventanas y muros. Gracias a ellos, podrás minimizar los picos de calor o de frío dentro del hogar, y no será necesario abusar de la calefacción o del aire acondicionado.

    • Aislar la puerta de entrada

    Conviene prestar especial atención a la parte baja de la puerta de entrada de la casa. La normativa existente obliga a que tenga la suficiente holgura como para permitir la renovación del aire de manera natural. Pero muchas veces el hueco es tan amplio que se convierte en el mayor coladero de las corrientes de aire frío y caliente, además de dejar vía libre al polvo, la suciedad, o los insectos. Si ese es tu caso, instala un burlete bajo puerta. Los hay de fijación mediante tornillos o de adhesivo, y su colocación no entraña gran dificultad.

    • Aislar ventanas

    Las ventanas son, si cabe, el punto más débil de la vivienda en lo que a dejar pasar la temperatura exterior se refiere. El cristal simple y las rendijas de los marcos y de la persiana son una zona de paso perfecta para las corrientes de aire, tanto frías como calientes. Para proteger nuestros muebles y, al mismo tiempo, lograr la tan deseada eficiencia energética, es conveniente buscar soluciones: Doble ventana, cristal doble, burletes o incluso cortinas y estores, son las mejores opciones para aislar la estancia del exterior.

    Una buena forma de paliar el problema de la luz directa del sol que decolora los muebles de madera es instalando vinilos de protección social. Estos cuentan con un revestimiento que refleja los rayos solares ejerciendo un efecto rebote. Al mismo tiempo, evitan que las viviendas sometidas a una alta exposición solar se calienten en exceso.

    • Aplicar una mano de pintura

    Los muebles de hierro o metal también sufren las inclemencias del tiempo y los cambios bruscos de temperatura. Para minimizar sus consecuencias, debemos aplicar una mano de antioxidante y, después, el color deseado. Esta capa de pintura ayudará a que nada dañe este material y a que no se oxide.

    En cualquier caso, recuerda incluir el mobiliario en el contenido de tu Seguro de Hogar MAPFRE, que cubrirá aquellos que hayan sido dañados según el coste de reposición o sustituyéndolos por otros nuevos.