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Etiquetas trampa en los alimentos

Mujer con carro de la compra leyendo la etiqueta de una botella de leche
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Basta con que en un alimento haya una gota de aceite de oliva para que pueda anunciarse su presencia a bombo y platillo en el envase. Y lo mismo ocurre con otros componentes.
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Las etiquetas trampa son aquellas que no mienten, pero tampoco dicen toda la verdad, ni de lejos. El reglamento es claro al respecto y obliga a indicar la cantidad de un ingrediente si éste aparece destacado mediante palabras o imágenes, pero la realidad es que existen recovecos que provocan que no todo sea tan claro.

Así, la parte más visible de muchos envasados prometen grandes beneficios: un 0% de azúcares, estar elaborado con aceite de oliva, o que su ingesta cubre la cantidad mínima recomendada de determinado nutriente, entre otros. Sin embargo, al analizar con detalle la etiqueta trasera, la de la letra pequeña (según el reglamento no debe ser inferior a los 1,2 milímetros), descubrimos que aquello que nos llevó a comprar dicho artículo no es tan beneficioso como parecía.

En muchos casos, las etiquetas de los alimentos muestran información confusa con el empleo de términos como “bio”, “natural” o “light” sin determinar sus diferencias. Según datos de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) cerca de un 30 por ciento de los consumidores ha comprado en algún momento un producto equivocado por culpa del etiquetado, lo que indica que, en ocasiones, las etiquetas no son del todo claras. Para que esto no nos pase, debemos estar atentos a los siguientes indicativos, que son los que más llevan a equívoco:

Cantidades diarias recomendadas, ¿para quién?

Cuando en un alimento destinado a niños veamos una etiqueta que indique que cubre las necesidades mínimas recomendadas, debemos sospechar. Para fijar el estándar de la cantidad diaria recomendada (CDR) se toma como referencia la que debería consumir una mujer adulta, por lo que los hombres y niños quedan excluidos.

Productos no tan ecológicos

Lo que los consumidores entendemos por “ecológicos” no tiene nada que ver con lo que significa para la Unión Europea. Aunque popularmente se considere que son productos elaborados con criterios sostenibles, la realidad es que no son más que alimentos que carecen de ingredientes transgénicos.

Cuidado con el 0% de azúcar

Si crees que comprando chocolate o galletas con 0% de azúcares estás liberando a tu organismo de una pesada carga, nada más lejos de la realidad. Lo que se quita de un lado se compensa por otro, por lo que estos productos son más ricos en grasas saturadas.

Productos ‘light’

La palabra “light” no significa necesariamente que el alimento que la porta sea más saludable, lo único que nos indica es que uno de sus nutrientes está reducido al 30 por ciento. Puede tratarse de las grasas, por ejemplo, pero contener altos índices de azúcar.

Contenido en hierro

Muchos envases anuncian a bombo y platillo su contenido en un determinado ingrediente, que en muchos casos se ha añadido de forma artificial para convertir en sano algo que no lo es. Si en el envoltorio de un bollo industrial encontramos la etiqueta de “contenido en hierro”, lo más seguro es que el fabricante haya añadido el porcentaje mínimo de hierro que exige el reglamento (un 15 por ciento) para que este pueda figurar en el frontal, lo que no quiere decir que el bollo tenga un alto contenido de dicho mineral.

Alimentos integrales

Basta con que tenga una mínima presencia de este tipo de cereales, por ridícula que sea, para considerar un producto como “alimento integral”.

Aceite de oliva: desde la primera gota

Algo parecido ocurre con el aceite de oliva virgen: da igual que tenga una gota o un litro: con solo formar parte de la lista de ingredientes permite anunciarlo a lo grande en el frontal del envase.

(Preparado) de carne picada

Si no elegimos la carne que nos pica el carnicero y nos decantamos por los envasados, lo más seguro es que estemos comprando un preparado de carne con un veinte por ciento de cereales, sulfitos, vegetales y espesantes.

Qué dice el reglamento

Las asociaciones de consumidores recomiendan que, para evitar caer en estas trampas, hagamos caso omiso de la publicidad del envoltorio y nos fijemos en la etiqueta que normalmente suele estar en la parte trasera o en la menos visible.

Según el Reglamento Europeo sobre Información y Etiquetado de Alimentos, los productos deben contener la siguiente información:

  • La lista de ingredientes ordenados de mayor a menor según la cantidad, incluyendo los aditivos, que son los números precedidos de la letra E.
  • Los alérgenos presentes, que deben ir impresos de manera destacada con respecto al resto de ingredientes.
  • La especificación del tipo de aceite.
  • Los países en que los animales han sido criados y sacrificados.
  • La tabla nutricional al detalle calculando energía, grasas, ácidos grasos saturados, hidratos de carbono, azúcares, proteínas y sal por cada cien gramos o miligramos.

Pese al reglamento, muchas empresas encuentran el modo de sortear la transparencia de modo legal, manteniendo la información exigida en la etiqueta, pero empleando la letra pequeña a la que no accederá gran parte de los consumidores. Si te preocupa tu salud y de qué manera influye en ella los alimentos que ingieres, te interesará contar con el Seguro de MAPFRE Salud, con las mejores coberturas y un amplio cuadro de expertos en nutrición que te asesorarán cuando lo necesites.

 

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Publicado por Blog hogar MAPFRE
- 3 Ago, 2021

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