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Cómo saber si tu hijo es víctima de acoso escolar

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Las víctimas de acoso escolar tardan más de un año en contar su calvario, pero hay síntomas que hablan por sí solos.
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El acoso escolar es, tristemente, una realidad cada vez más presente en España. Según cifras de 2016 (las últimas que se manejan sobre bullying en nuestro país), la Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) contabilizó 1.207 casos reales y más de 50.000 llamadas de víctimas y familiares solicitando ayuda, lo que supone un incremento del 240 por ciento con respecto a 2015. Estos datos, a su vez, reflejan que el problema del acoso escolar es cada vez más visible en España y su respuesta también es mayor. Las víctimas denuncian más las agresiones, y éstas, según ANAR, son cada vez más fuertes.

Síntomas de acoso escolar

Sin duda, cuando se habla de acoso escolar en la escuela, el conocimiento de los padres y profesores es crucial para atajar el problema a tiempo. Pero, ¿qué hacer cuando el niño no cuenta lo que le está pasando?

El acoso escolar es un comportamiento agresivo, repetitivo, metódico y sistemático, que se produce durante un período de tiempo prolongado. El objetivo es intimidar, aislar, amenazar, insultar y someter emocional e intelectualmente a la víctima para anular su personalidad y su autoestima con el fin de satisfacer la necesidad de control y poder del agresor. Cuando se da un caso de bullying, generalmente la víctima sufre en silencio, bien por miedo, por vergüenza o simplemente porque no sabe a quién acudir. De ahí la importancia de que tanto el centro escolar como los padres sepan detectar las pequeñas señales que envíe el menor.

Según los expertos, es posible detectar el 90 por ciento de los casos de acoso escolar siempre que se preste atención a los síntomas que suele mostrar la víctima:

  • Miedo y reticencia a ir al colegio. El domingo experimenta una gran ansiedad por la cercanía del lunes y la vuelta al cole, que puede incluso generarle dolor de tripa o de cabeza, vómitos, diarrea, etc.
  • Tiene golpes y moratones que no sabe explicar o que explica de manera confusa.
  • Evita participar en actividades con sus compañeros o amigos y prefiere quedarse solo en casa.
  • Se queja de algún malestar físico y se “hace el enfermo” de manera reiterada para no ir al colegio.
  • Siente palpitaciones, asfixia, o alteraciones gastrointestinales por la mañana, antes de ir al colegio.
  • Pierde el material escolar, juguetes o dinero de manera reiterada.
  • No querer ir a clase de gimnasia.
  • Muestra cambios en su personalidad y estado de ánimo. Puede ser que un niño alegre y sonriente se muestre triste y retraído.
  • Empieza a morderse las uñas.
  • Se muestra más nervioso e irritable.
  • Ruptura biográfica, es decir, se rompe la continuidad de vida del niño pudiendo generar un trauma, lo que afecta a sus relaciones, identidades, su percepción del cuerpo, etc.

Si el niño muestra parte de estos síntomas, es probable que esté sufriendo bullying. En tal caso, lo primero que hay que hacer es hablar con él e interesarse por sus miedos y preocupaciones. Nunca hay que trivializar o restar importancia a sus vivencias.

Después, hay que informar al centro escolar y exigir que se tomen medidas de protección para las víctimas de acoso, así como que se sancione a los agresores por sus conductas de maltrato. También es aconsejable contar con la ayuda de alguna organización como ANAR, que podrán asesorar a los padres sobre las líneas a seguir.

¿Cómo actuar en caso de acoso escolar?

Cuando el niño nos cuente que está sufriendo acoso, o lo averigüemos nosotros, hay que hacerle ver que confiamos en él y que vamos a estar de su lado. También hay que recordarle que él no tiene la culpa. Y sobre todo, evitar decir cosas como «pasa de ellos». Seguro que esto ya lo intentó y no le funcionó, con lo que sentirá que la responsabilidad de lo que le pasa es suya por no haber sido capaz de solucionarlo.

Debemos proporcionarle los mecanismos necesarios para hacer frente al acosador simulando situaciones que hayan ocurrido y actuando siempre desde la asertividad y nunca desde la violencia. Por ejemplo, utilizando frases como «a partir de ahora voy a contar todo lo que me estás haciendo». Pero esto no es sencillo, ya que el niño ha sufrido mucho y su autoestima se ha visto mermada.

    Muchos padres se plantean la opción de cambiar de centro escolar, pero según datos de la Fundación ANAR, el 83 por ciento de los niños que fueron a otro colegio volvieron a sufrir acoso en el nuevo centro. Esto es porque su nivel emocional ya está tan dañado que han perdido sus habilidades sociales. Por eso, lo importante es que la víctima vuelva a confiar en sí misma, algo que conseguirá con ayuda psicológica y con el respaldo de sus padres y del centro.

    ¿Y si es mi hijo el agresor?

    Estar en el otro lado, el del agresor, supone también un problema para muchas familias que ven con impotencia el mal comportamiento de su hijo convertido en un pequeño tirano. Sin embargo, aún no estamos completamente sensibilizados en este tema. Para muchos padres, que su hijo muestre cierta agresividad en la resolución de conflictos está visto como algo positivo, una forma de evitar que en el futuro sufra bullying, sin darse cuenta de que con el tiempo puede ser él quien lo origine.

    Los niños agresores suelen mostrar un comportamiento provocador e intimidatorio permanente. Carecen de empatía, por lo que les cuesta ponerse en el lugar del otro, y quieren que se haga siempre su voluntad a toda costa. Les atrae la sensación de poder.

    Pero el detonante que los lleva a acosar a otros niños suele ser tras un abuso sufrido en casa o en la escuela; cuando son frecuentemente humillados por los adultos; o cuando se les presiona en exceso para que tengan éxito en sus actividades. Cuando esto ocurre, los acosadores buscan una víctima en la que depositar su frustración, a la que insultan, golpean, aíslan del grupo, generan rumores o mentiras sobre ella y, en definitiva, la anulan.

    Detectar que un hijo es acosador es muy duro, ya que la mayoría de los padres no puede asumir que su hijo sea la causa de los problemas de otro niño. Sin embargo, es importante estar atento y ser honestos, pues este tipo de acciones también perjudican a quien las lleva a cabo, ya que en el futuro pueden dar lugar a otras formas de violencia, como el mobbing o el maltrato en la pareja. Además, el niño agresivo no es feliz.

    Al igual que con las víctimas, el primer paso es hablar con el agresor y no relativizar los hechos. Además, hay que evitar que el niño tome mal ejemplo de lo que ve en casa, por ejemplo, si ante un desencuentro entre los padres hay insultos o descalificaciones. En estos casos, se recomienda que un experto evalúe al niño y guíe a los padres en su lucha por erradicar este comportamiento.

     

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    Publicado por Blog hogar MAPFRE
    - 15 May, 2021

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