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El origen insólito de los utensilios de limpieza

Historia de la escoba
11 Min de lectura
¿Sabes por qué si tenías una escoba en la edad media podían acusarte de brujería? ¿O por qué la primera aspiradora no podía meterse dentro de las casas? Y ¿por qué hay dudas sobre el origen español de la fregona? Descubre estos y otros datos insólitos sobre los utensilios de limpieza que usas habitualmente.
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Las mejores ideas surgen en los momentos más insospechados. Y si no, que se lo digan a Jalón cuando observó que añadiendo un palo a una bayeta se acabaría el fregar a ras de suelo, o a Bissell y su primer prototipo de aspirador sin electricidad con el que pretendía minimizar los síntomas de su alergia al polvo.

Los utensilios que hoy usamos en la limpieza del hogar y que ahora nos parecen imprescindibles, son más modernos de lo que parecen. Algunos nacieron con otra finalidad ajena a la limpieza, otros se han asociado a supersticiones, y otros simplemente llegaron casi por casualidad y terminaron revolucionando al mundo.

Déjate sorprender en esta infografía:

La escoba, para barrer los malos espíritus

La existencia de la escoba ha acompañado al hombre casi desde el principio de los tiempos, aunque no siempre ha tenido la función que le adjudicamos hoy día. En la antigüedad era un instrumento muy utilizado en asuntos relacionados con la superstición y la magia. Con la escoba se barrían los males divinos y humanos que acechaban al hombre.

Las primeras escobas consistían en un manojo de ramas atado a un palo que facilitaba bastante la tarea de retirar del suelo todo aquello que molestaba. Para su fabricación se empleaba sorgo escobero, una planta similar al maíz cuyas ramas son largas y resistentes.

En la antigua Roma (siglo VII a.C.), entre las tareas desempeñadas por las parteras se encontraba la de barrer el umbral de la puerta de las parturientas. Era un acto casi automático con el que se protegía a la madre y a su bebé de los malos espíritus que rondaban la casa.

  • Las escobas son cosas de brujas

En la época de la caza de brujas (entre los siglos XV y XVIII) empezó a circular la idea de que la mujer que tuviera una escoba era, sí o sí, una bruja. La sospecha venía de la creencia de que las malvadas hechiceras las utilizaban para esconder entre sus ramas las hierbas prohibidas por la inquisición, es decir, aquellas que producían alucinaciones. Desde entonces, y por este motivo, se representa a las brujas como mujeres ancianas que vuelan en una escoba acompañadas por un gato.

No sería hasta el siglo XIX cuando se fabricase la primera escoba similar a las que usamos en la actualidad. Los creadores del nuevo diseño fueron varios miembros de la Sociedad Unida de Creyentes en la Segunda Aparición de Cristo, conocidos como Shakers, que cambiaron su fisonomía dando lugar a la escoba plana que conocemos. Así, gracias a su anchura, se podía arrastrar mejor la suciedad.

Hoy en día, la escoba es un elemento imprescindible en las tareas de la limpieza del hogar. Y aunque se ha tratado de innovar en su diseño (como con la mopa), lo cierto es que a día de hoy, aún con los avances tecnológicos con los que contamos, no se ha conseguido crear un sistema que logree reemplazarla.

La fregona, un invento español copiado a los americanos

No hace mucho que en España todo aquel que quería limpiar el suelo debía ponerse de rodillas y frotar con fuerza para eliminar la suciedad. Para ello, se empleaba una bayeta y un cubo de agua con lejía. Siempre a ras de suelo.

A mediados del siglo XX, durante su estancia en la base aérea de Chanute en Illinois (Estados Unidos), el oficial e ingeniero aeronáutico Manuel Jalón se topó con un interesante artilugio que empleaban los operarios del lugar para limpiar el suelo de los hangares. Se trataba de un palo de madera en cuyo extremo se habían atado unas tiras de algodón. Los operarios sumergían el objeto en un cubo de metal repleto de agua y después lo escurrían con un sistema de dos rodillos.

En su regreso a España, Jalón trabajó en la fabricación de las primeras fregonas, que en su inicio las denominaron “lavasuelos”. Además, patentó también el cubo de plástico que usamos hoy en día, con el sistema de escurrido actual: una especie de embudo en el que depositó todos sus conocimientos de aeronáutica. Su funcionamiento supuso toda una revolución, pues ese escurridor estaba concebido con un riguroso criterio tecnológico: ofrecía la máxima resistencia con el mínimo peso.

  • Las mujeres se negaron a usar fregonas

Ahora, nadie tendría que fregar a ras de suelo. Sin embargo, lejos de lo que pudiera parecer, el avance no tuvo la aceptación esperada. Muchas mujeres de la época se negaron rotundamente a usarlo y, además, señalaron que un invento así sólo podía salir de la cabeza de alguien que no sabía lo que era limpiar suelos.

Y, por increíble que parezca, Manufacturas RODEX (la empresa que comercializaba estos utensilios) tuvo que realizar un auténtico despliegue publicitario para que su fregona calara en la sociedad. Y al final, parece que lo ha conseguido.

La aspiradora original no cabía en las casas

A veces, las mejores ideas surgen de los momentos más insospechados. Y eso es lo que ocurrió con la aspiradora. Todo comenzó cuando M. R. Bissell, alérgico al polvo, indagó sobre la manera de hacer desaparecer esas partículas tan nocivas para su salud de una forma eficaz. En 1876 ideó una especie de cepillo giratorio, que no obtuvo los resultados deseados. Pero, lejos de darse por vencido, siguió trabajando para encontrar la forma de solucionar su problema. Así, dos décadas más tarde presentó en sociedad su nueva hazaña: una máquina provista de una caja metálica en cuyo interior se albergaba una bolsa de aire comprimido. La máquina debía revolver el polvo y dirigirlo hacia la caja, cosa que nunca ocurría.

Pero durante la presentación, Herbert Cecil Booth, el diseñador de la gran noria de Blackpool, en Londres, reparó en un detalle importante: para que aquello funcionara, en vez de expirar aire para dirigir el polvo, debía aspirarlo. Para demostrar su teoría, aspiró con su propia boca el respaldo de una silla tapizada. Tosió mucho, pero confirmó sus sospechas. En 1901 patentó su invento.

  • ¿Cómo funcionaba sin electricidad?

Las aspiradoras antiguas disponían de fuelles que se accionaban a mano, lo que implicaba la acción de dos personas: una que diera al fuelle, y otra, que acercara la boquilla al suelo.

En 1908, el norteamericano Murray Spengler patentó la primera aspiradora con motor eléctrico con su Modelo O. Una maravilla, si no fuera por sus enormes proporciones. El armatoste tenía que ser transportado en un coche de caballos. Para usarlo, se introducía una manguera por la ventana de la casa a limpiar y, entre dos personas, la ponían en funcionamiento.
La aspiradora no se ha usado siempre para limpiar hogares. En la Primera Guerra Mundial, se utilizaron quince máquinas para absorber las partículas en suspensión de un hospital con enfermos de tifus. Por aquel entonces, se creía que la enfermedad se contagiaba por el aire. Lo cierto es que la casualidad quiso que tras llenar 36 camiones con polvo, la epidemia terminara.

  • Roomba y otras aspiradoras inteligentes

Esas máquinas no fueron concebidas para su uso doméstico, sino como un servicio de limpieza a domicilio. No sería hasta finales del siglo XX cuando se inventara la máquina que usamos hoy día. Tal hazaña se la debemos al perseverante James Dyson que, tras quince años dedicados por completo a crear más de cinco mil prototipos, daría por fin con el modelo de aspiradora actual: La Dyson Dual Cyclone o DC01. Ésta incorporaba una turbina cien mil veces más potentes que la fuerza de la gravedad y, además, fue la primera sin bolsa. Hoy en día sigue siendo la única que no se obstruye con la suciedad.

Pero la verdadera innovación llegó hace apenas quince años. Quien le iba a decir al señor Bissell que, un siglo más tarde aparecería un revolucionario método que aspiraría el polvo sin tener que mover ni un dedo: Los robot aspiradores como Roomba o Tango. Una máquina ligera y efectiva que hace el trabajo por sí sola. La primera que se fabricó era un disco de 34 centímetros de diámetro y siete de alto, con unos sensores e infrarrojos que le permitían evitar los obstáculos que encontraba a su paso. Los últimos modelos detectan, incluso, las zonas más sucias de la casa.

El plumero, la idea de un granjero

La simple petición de un granjero desencadenó una revolución en la limpieza del polvo.

Fue en 1870 cuando un granjero, con la intención de minimizar esfuerzos en la limpieza de su casa, acudió a una fábrica de escobas con una extraña petición. Dio a los trabajadores un saco lleno de plumas y pidió que le hicieran un cepillo con ellas.
Consciente de las posibilidades que le brindaba ese nuevo invento, E. E. Hoag, dueño de la fábrica, se apropió de la idea y fundó la compañía Hoag Duster, pionera en este tipo de artículos. En los siglos XIX y XX los plumeros se convirtieron en un símbolo de estatus, ya que la materia prima con la que se fabricaban (plumas naturales) no era precisamente barata.

Actualmente se hacen con microfibra, lo que ha abaratado considerablemente su precio.Elementos indispensables de la limpieza en casa también son hoy en día los electrodomésticos. Y si buscas garantizar su mantenimiento puedes aprovechar el servicio de reparación de electrodomésticos de gama blanca del Seguro de Hogar MAPFRE y disfrutar de todos sus beneficios.

 

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Publicado por Blog hogar MAPFRE
- 10 Ago, 2021

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